Soy partidaria de subrayar los libros. Pasado algún tiempo nos encontramos con líneas, asteriscos, símbolos de exclamación o interrogación, anotaciones que garabateamos o que escribimos cuidadosamente y que nos permiten acordarnos de aquellas que fuimos; hacer arqueología de la memoria a partir del reflejo de esos vestigios.
Cuando recibí la versión revisada de la Antología poética (1951-1985) de Adrienne Rich -que Visor publicó hace algunos meses- abrí al azar sus páginas y el poema “Orígenes e historia de la conciencia” (incluido en The Dream of a Common Language) inauguró su relectura. Quise creer que el propio poemario me estaba guiando:
“Nadie vive en este cuarto
sin enfrentarse con la blancura de la pared
detrás de los poemas, los estantes de libros,
las fotografías de heroínas muertas.
Sin reflexionar tarde y al fin sobre
la verdadera naturaleza de la poesía. La voluntad
de conectar. El sueño de un lenguaje común”.