Ocho de marzo. La reflexión obliga a hacer algo más que asistir a la marcha. Es emocionante ver a tantas mujeres (y cada vez más hombres) reclamando el fin de todas las brechas injustas, pero a veces me entristece que nos pongamos el pin del FEMINISMO con tanta ligereza.
En pocos años, en España, como en otros muchos lugares del mundo, hemos pasado de la denostación del término “feminismo” -que siempre encontró violentos contrincantes en los pliegues del patriarcado- a su utilización por las neoliberales, las monárquicas, las católicas, las empresas que maltratan al medio ambiente o a sus trabajadoras, los partidos políticos liderados por hombres o las asociaciones que defienden la igualdad de oportunidades exclusivamente entre las clases dominantes.
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